
Las disposiciones legales y normativas del judaísmo en relación con la menstruación femenina son notablemente estrictas. Según las prescripciones del Antiguo Testamento, una mujer en estado de menstruación es considerada "impura", y esta impureza se percibe como un estado que puede "contaminar" tanto a otras personas como a los objetos con los que entre en contacto.
De acuerdo con las escrituras, cualquier cosa que una mujer toque durante su período de menstruación queda impura hasta el anochecer:
"Cuando una mujer tenga su flujo regular de sangre, la impureza de su período mensual durará siete días, y todo lo que toque estará impuro hasta la tarde. Cualquier cosa sobre la que se acueste durante su período será impura, y lo mismo sucederá con aquello sobre lo que se siente. Quien toque su cama deberá lavar sus ropas y bañarse con agua, y estará impuro hasta la tarde. Quien toque cualquier objeto sobre el que ella se haya sentado también deberá lavar su ropa, bañarse y quedará impuro hasta la tarde. Ya sea la cama o cualquier cosa en la que ella se haya sentado, tocarlo implicará impureza hasta la tarde." (Levítico 15:19-23).
Esta percepción de "contaminación" conducía, en ciertas ocasiones, al aislamiento de las mujeres menstruantes para evitar cualquier tipo de contacto. Durante este período de impureza, podían ser enviadas a un lugar específico denominado "Casa de la Suciedad".
El Talmud también refleja esta visión restrictiva y en ocasiones negativa. Incluso en ausencia de contacto físico directo, se atribuían efectos perjudiciales a la presencia de una mujer menstruante. Por ejemplo, se menciona: "Nuestros Rabinos enseñaron: si una mujer menstruante pasa entre dos hombres, al inicio de su menstruación, podría causar la muerte de uno de ellos, y si está al final, generará una disputa entre ellos."
Estas restricciones incluso influían en la práctica religiosa. Si el esposo de una mujer menstruante era considerado contaminado por cualquier interacción con ella, incluso por el polvo que sus pies habían pisado, se le impedía ingresar a la sinagoga. Asimismo, un sacerdote cuya madre, esposa o hija estuviera menstruando no tenía permitido pronunciar la bendición sacerdotal.
Como resultado de estas concepciones tradicionales, muchas mujeres judías aún se refieren a la menstruación como "la maldición".
Por otro lado, el Islam adopta una perspectiva distinta respecto a la menstruación. En esta tradición, este proceso natural no es interpretado como algo "contaminante" ni como una "maldición".
La mujer menstruante no es considerada intocable y puede desarrollar una vida normal con una única excepción: las relaciones sexuales con penetración no están permitidas durante este período. No obstante, cualquier otro tipo de contacto físico entre los cónyuges está autorizado. Asimismo, la mujer queda temporalmente dispensada de ciertas obligaciones religiosas, como las oraciones diarias y el ayuno, mientras dure su ciclo menstrual.
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